Y ahí le vi, con esa sonrisa que me llena cada vez que la veo. Avancé hasta él, me agarró de la mano y de la cintura y me besó, de una forma más dulce y especial de lo que jamás te imaginas. Al separarnos, le miré a los ojos y me perdí en ellos, le sonreí, y me acerqué a él, no fui directa a sus labios, sino más bien apoyé mi barbilla en su hombro y me susurró que me quería. Comenzamos a andar, muy juntos, abrazados, como dos enamorados que éramos.
Entramos en el parque, y como dos niños chicos fuimos a los columpios corriendo, y una vez ahí empezamos a columpiarnos. Como cuando somos pequeños empezamos a intentar subir uno más alto que el otro, aunque más de uno pensaría que estamos locos, a nosotros nos daba igual. estábamos él y yo, yo y él, juntos, riéndonos, pasándonoslo genial, fue como volver a nuestra infancia, como volver a volar, sintiendo que existe la magia, y que no tenemos que preocuparnos de nada, absolutamente nada. Cerré los ojos y empecé a gritar, Álvaro se empezó a reír, y me siguió, en ese instante me sentí verdaderamente como una niña de cinco años que jugaba con su mejor amigo en el parque una tarde de verano, sólo que los sentimientos que habían entre nosotros llegaban a algo más que sólo amistad, había amor, mucho amor, sinceridad, dulcura... todo aquello que podías ver sólo con mirar a los ojos de la persona a la que amas, por la que darías la vida.
Así nos pudimos llevar toda la tarde, dando vueltas por el parque, abrazados, comiendo, saltando, besándonos, mirándonos, acariciándonos. Esos sentimientos, esos momentos, hacían que cada vez me enamorase más de él, si es que cabía esa posibilidad. Cuando se acercó la noche nos tumbamos en el césped, y cogidos de la mano volvimos a cerrar los ojos y a dejar que el mundo corriese mientras nosotros lo sentíamos a nuestro alrededor. Entonces en un pequeño susurro me dijo:
-Mira el cielo, ¿ves esa estrella?-. asentí.- Pues esa estrella va a ser nuestra estrella.
-¿Y cómo se llama?
-Álara.
-¿Álara?
-Sí, de Álvaro y Lara.
-Mmm... me encanta.
-Pues a mí me encantas tú.
-No creo que tanto como tú a mí.
-Eso ya lo veremos.
-¿Cómo?
-Por ahora mira al cielo y sonríe.
Y así lo hice. Miré a esa estrella, nuestra estrella, la que más brillaba en el cielo, sólo para nosotros. Álara.
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