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martes, 24 de enero de 2012

Capítulo 2

Me miró, me miró sólo como él sabía hacerlo. Me sonrió, con esas sonrisas que me llenan de alegría cada vez que las veo. Rió, él se rió, sí, es que estaba roja, colorada. Pero lo adoraba, que risa tan perfecta. Se acercó más a mí. Apoyé mi cabeza en su pecho y me empezó a acariciar el pelo. Tenía sueño, cerré los ojos, y casi sin darme cuenta me quedé dormida.
-¿Hola? ¿Hola?-. Parecía no haber nadie. ¿Sería un sueño? Todo estaba oscuro, no había vida, cuando una luz blanquecina apareció. Empecé a andar hacia ella, me detuve, aparecí en un prado verde, rosa, amarillo, naranja, azul, violeta... Y ahí estaba, como siempre. Entonces me agarró de la mano.
-Aquí estoy, no te preocupes todo saldrá bien-. Intentó calmarme.
-¿Qué? ¿Por qué lo dices?-. Entonces todo se volvió oscuro y desperté. Efectivamente, ahí estaba él, como siempre, nunca se había movido de mi lado, ni en los sueños conseguía apartar mi mente de él.
-Me he quedado dormida, ¿verdad?
-Sí.. hablabas en sueños-. Me dedicó la sonrisa de la que estaba enamorada.
-¿Sí? ¿Enserio? que vergüenza...
-Tranquila, no pasa nada.
-¿Qué decía?
-Que me querías... que tú tampoco te irías de mi lado.
-Es cierto, nunca-. Dije incorporándome.- Jamás podría hacerlo-. Y le abracé. Me devolvió el abrazo, se apartó para mirarme, y me besó. Otro de aquellos besos que tanto agraciaba, que deseaba, que necesitaba, otro en el que sentía su aliento en mí.

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